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24 de noviembre de 2006


Bad Day
por: Romi

“Hoy no fue un buen día”, podría decir Guido Girardi. Ja! Y yo me reiría en su cara. Pero qué le vamos a hacer, está en todo su derecho de culpar al destino de su desventurada realidad, pero qué pasa cuando de verdad ocurren injusticias casi casi divinas. Sí, porque ni siquiera son parte de un elaborado complot humano, sólo pertenecen a los desaciertos sobrecogedores, a los desaires que tiene la vida con nosotros.

“Hoy no fue un buena día”. Ufff! Cuántas veces no hemos dicho eso? Claro que además agregamos descalificativos específicos a personas y situaciones, lamentamos haber salido de la cama y maldecimos a cuanto pobre individuo se atraviese en nuestro camino.

Todo empieza mal. Te levantas y resulta que entras a la ducha y el agua sale fría porque se acabó el gas, pero eso no es precisamente lo que más te molesta, sino el hecho burlesco de que toda tu familia, que se levantó sólo un par de coordinados minutos antes que tú se bañó sin el más mínimo problema. Y ahí, con el shampoo en aún en la cabeza, intentas hacerte el valiente para terminar el enjuague con una odiada agua helada.

Ya, ok. Superaste el trauma de una potencial hipotermia a eso de las 6 de la mañana, pero como ya estás ultra despierto con semejante shock te sobra el tiempo y decides hacerte desayuno, ese simple desayuno que se transforma casi en un lujo porque, en realidad, nunca tienes tiempo para disfrutarlo: te lo mereces, lo necesitas. Entonces, cuando ya tostaste el pan, cuando el café humea para ti… no hay mantequilla!!!! “Nooooooooooo”, gritas mentalmente como si fuese la escena más desastrosa de una película. Terminas tomándote tu café de mala gana y con esa triste cara de tres metros sales a tomar la micro.

En el paradero ruegas para pase pronto tu micro y es entonces cuando ves la luz, porque ahí, al final de la calle viene veloz tu micro favorita, esa en la que te sientes bien dentro, sí esa misma. Por fin el día brilla -te dices iluso-. La micro se detiene, la gente en masa corre a tomarla y ahí, en ese mismo instante, la magia de un día luminosos acaba, entre tanto empujón se te cayeron las monedas al suelo. Sí, es un hecho insignificante, peor sabes que tienes que recoger las monedas porque eran los últimos 120 que tenias en el monedero. La micro parte, la gente victoriosa cuelga de la puerta y tu, humillado al máximo, buscas las monedas. Ese es el momento exacto para arrepentirte y devolverte a tu casa, pero no. Te quedas ahí, esperando como mínimo 15 minutos a que otra micro llegue lo suficientemente vacía como para subirte.

No importa, ya llegaste a tu destino. Caminas pensando en que odias la clases que tienes a la primera hora, que aún tienes ganas de comerte ese pan tostado con mantequilla y que, más encima, olvidaste tus anteojos y que, por lo tanto, tendrás un dolor de cabeza gigante al terminar la jornada. Todo este festín de conclusiones y en la esquina está la persona que más detestas de la universidad, lo malo es que ya te vio y, de hecho, te espera para terminar el recorrido junto a ti. Lo saludas de mala gana, tienes la típica conversación acerca del tiempo y comentan los titulares de LUN. ¡Nada puede ser peor! Pero resulta que no es así porque mientras intentas subir rápido las escaleras que te llevarán lejos de ese individuo que detestas tu pisada en falso se confabula en tu contra y caes de rodillas al suelo en frente de un montón de personas. Ni siquiera te duelen las rodillas, es la dignidad perdida la que no deja de pesarte.

Llegas a la sala y todos tienen papeles en sus mano. Ohhh si!!! Es que hay un control del que todo el mundo sabe…menos tú. Entonces es ahí cuando asumes de frentón que no era tu día, sales de la maldita salas y te devuelves a tu casa, quieres llegar y encerrarte para que nadie te vea ni te hable. Estás en la puerta de tu hogar y descubres que esta serie de eventos desafortunados no ha acabado: no tienes las llaves, las dejaste ahi, en esa casa que está frente a ti tan tan solitaria como tu. Entonces tienes que irte a la casa de alguien que pueda recibirte y guardar silencio, nada más. Pero tu decisión es la más equivocada de todas porque te vas a la casa de tu más silencioso amigo, pero que justamente acaba de terminar con su novia y necesitas de tus oídos compasivos.

Digamos que días como estos se han presentado ante mí un millón de veces ¿A ustedes no? Claro está que las circunstancias son distintas, de todas formas deben de haber querido ser congelados en una máquina fantástica por lo menos durante un par de días para luego despertar como si nada hubiese ocurrido. De seguro Girardi también ha soñado con esa máquina.

Eso es todo, nada más que decir.
Saludos cordiales a los fieles visitantes. He regresado.
Jajajajaja

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2 Vómitos:

Blogger Daniel. Te invito a visitar http://eldeportero.wordpress.com vomitó...

Me hiciste recordar algunos dias en que habría sido mejor no levantarse.
Saludos

viernes, noviembre 24, 2006 12:43:00 p. m.  
Anonymous Anónimo vomitó...

lo mejor de todo es la alusión a Girardi...yo también creo que ha soñado con esa maquina, de hecho, creo que sueña y ruega todos los días porque ésta sea real jajajajajaja

Odio esos días! grrrr jajaja

besos!

imprimiendo tesis :)

DUL en la U

viernes, noviembre 24, 2006 1:08:00 p. m.  

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