Da la impresión de que la mayoría de las personas están realizando su plan B en la vida, y a causa de esto, se sienten un poco perdidos, insatisfechos, inseguros y por que no decirlo, asqueados. ¿A qué me refiero con esto?. Partamos por la base de que las personas tenemos ciertos fines concretos en la vida, metas, y para lograrlos tenemos muchos medios, muchas formas de alcanzarlos. Varios de estos medios (por no decir muchos de nuevo) que nos permiten lograr nuestros fines no son los que nos gustaría que fueran, y éstos son los que constituyen el plan B.
No hay para que negarlo, el mejor medio para lograr lo que uno quiere es el dinero. Quién tiene dinero tiene posibilidades, facilidades y seguridad. Todo el mundo quiere siempre tener dinero porque es lo que les permite realizar lo que se propongan. El dinero así, es un medio y un fin a la vez. Entonces, para tener dinero lo que debemos hacer es trabajar, para poder trabajar debemos tener ciertos conocimientos que los adquirimos por medio del estudio, y para estudiar necesitamos dinero. Todo no es más que un circulo. De este modo el objetivo de los hombres debiera ser conseguir el mayor dinero posible. ¿Qué deberíamos estudiar entonces?. Aquello que nos permita en el futuro tener un trabajo que nos reporte la mayor cantidad de plata. ¿Qué sucede cuando ésta idea va en contraposición con nuestra vocación? (si es que existe tal cosa, y no es más que una preferencia). ¿Qué decidimos cuando nuestra vocación no nos permite lograr todo lo que queremos?. En este momento es donde se decide si llevar a cabo o no el plan B.
El plan A en la vida es realizar lo que nos guste, poder disfrutar de aquello para lo cual tengamos “vocación”, llevar a cabo lo que nos haga sentir placenteros. Lograr nuestra “felicidad”. Pero cuando todo esto no nos reporta ninguna ganancia económica o muy poca de modo que no podemos realizar las demás cosas que nos gustan de la vida, o nos vemos impedidos de mantener el nivel al que estamos acostumbrados, y que ha sido proporcionado por nuestros padres. ¿Qué hacemos entonces?. Seguir nuestro estímulo, una vez más, adivinen... el dinero, aquello que nos impulsa, que nos mueve, que nos permite lograr lo que nos proponemos. Así es como uno termina estudiando aquello que no le gusta, pero que supuestamente va a dar más seguridad en el futuro, y nos va a permitir hacer todo aquello que nunca hubiéramos podido lograr estudiando nuestra vocación, con el riesgo siempre de sentir lo expresado en el primer párrafo. El dilema por lo tanto se reduce al riesgo; cuando se presume que estudiar nuestra vocación nos traerá muchos menos beneficios que los que se podrían lograr estudiando lo contrario, se debe elegir esto último, aunque en realidad nunca sabremos lo que pudo haber sido lo primero. Cada cual se puede inventar el ejemplo que desee.
Todo esto en post de mantener el nivel de vida al cual uno ha sido acostumbrado, o mejorarlo, porque ninguna persona racional quiere realmente tener menos en el futuro de lo que posee en el presente.
Bueno, hay veces en la vida en que uno debe ser pragmático, y este pragmatismo puede durar mucho más de lo uno esperaba. ¿Serán infelices todos los que siguen su plan B entonces?. No podremos saberlo hasta que el pasar del tiempo nos lleve a ese punto en el futuro donde uno mira hacia atrás y dice una de dos cosas: ¡uf! Valió la pena, o ¡maldición! ¡Fue todo una pérdida de tiempo! Clic clic, ¡bum!.
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