Por: RO!

Ascensores

Ascensores. Pasamos mucho tiempo en ellos. Sube y baja. A la casa, al estacionamiento. Al quinto, al cuarto y al décimo quinto ¡ese es el mío!
Esto no es una oda a ellos, pero podría serlo…

El observador

Se abren las puertas metálicas. Entro en el reducido espacio y me miro los pies. Subo la vista y ahí estoy en todos lados. De frente, de espalda, de un lado y del otro. Malditos espejos. Desaparezcan. A ustedes narcisos ¡no los soporto!
Arriba alguien me observa. Camarita me delatas. Antes de tu existencia eras mi segundo vestidor, me ponía el cinturón en el pantalón, terminaba de abrocharme los zapatos y una que otra vez la blusa. Lente vigía alguna historia robarás.
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Eterno minuto

Botón en rojo. Ojos rojos. Esa noche no durmió. Razón no existió. El estrés tal vez. Que más da, hay que llegar. ¿A dónde? También se lo pregunté. La respuesta, anotada en un papel: doctor a las diez. Se levantó a la hora adecuada, pero todo salió al revés. Atrasada otra vez. ¡Maldición! Los minutos son ciempiés, corren y corren no piensan en lo desafortunada que es.
Llega el ascensor. Sus dedos están carcomidos con tanto que esperó. Entre tanto pormenor pensó que el diablo estaba de asesor.
Entra y la sorpresa fue mayor. Botones rojos por montón. El niño travieso se vengó y a un paseo por todos los pisos la llevó.