LA MAGIA ESTÁ EN CREER

Por: HL

Que dicen que la plata de la Teletón se divide en dos (o tres): el 85% de lo recaudado va, efectivamente, a los fondos de la institución; en tanto, el otro 15% es entregado, en un 5% a Mario Kreutzberger, por derechos de imagen (y-ese-qué-sé-yo-que-yo-no-sé), y el otro 10 restante se reparte entre los rostros que "dieron vida" a las 27 horas de amor.

Que dicen también que la Teletón durante años ha sido discriminadora, y son muchas las familias que se han quejado de no recibir ayuda alguna de ésta.

Que dicen además, que las empresas suben "misteriosamente" el precio de sus productos durante el período de campaña, y que lo que realmente "donan altruistamente", no es más que el excedente de las ventas.

Pues bien, todo eso puede ser verdad, como también puede ser falso. Quizás tiene un poco de cada cosa, pero lo que no se puede negar es que esta Teletón ha logrado unir a los chilenos.

Nos ha enseñado, a lo largo de los años, a creernos el cuento de que somos el país más solidario de todo el orbe.

Más allá de que hace unos años, la desaparecida Gladys Marín haya rechazado un ofrecimiento de Entel de donar 20 millones de pesos, si ella le daba un "piquito" a Lavín (en el acto más consecuente que un dirigente político ha dado en la historia), los viernes y sábados de fines de noviembre (o principios de diciembre) han adquirido emoción, empatía. Es una vez en el año en que el de derecha no pelea con el de la izquierda. Aunque no se crea, el ladrón casi no roba, y es que durante esa noche, las cifras de delincuencia casi caen a cero.

Partidos de fútbol, de tenis, de baile, de empujones arriba del escenario... Todo vale. Y no importa. Somos felices.

Sin embargo, y que no quepa duda: la Teletón es más que un placebo, es una fiesta nacional que nos pone en nuestra faceta más humana, más sensible y más tierna. Con familias "dando lo que no tienen" como dijo Julito Martínez en la primera Teletón, del '78.

Es, en definitiva, la única forma de sentirnos chilenos sin que sea 18. Prefiero creer. Que por lo menos haya UNA institución que en Chile funcione.

Un regalito de colección para que se motiven: del maestro a su tierra.

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